La Internet de las Cosas y el ahorro energético

De una forma u otra todos los sectores de la sociedad y la economía llevan años concienciados en un aspecto: el ahorro energético. No se trata sólo de una decisión que tenga que ver con el puro ahorro de costes, sino también con una optimización de los recursos comunes y una preocupación por el bienestar general y la sostenibilidad del planeta. La energía no es precisamente barata, pero también sabemos cómo su generación afecta al clima del planeta – de modo que esa preocupación por ahorrar energía redunda a la larga en el beneficio de todos.
 

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Con todo esto en mente la llegada de la Internet de las Cosas (IoT) ha proporcionado algunas ventajas que muchas empresas y particulares están ya aprovechando de cara a contribuir con ese ahorro energético. La utilización de millones de estos dispositivos conectados no supone en sí mismo un gasto excesivo, pues la mayor parte son extremadamente pequeños y están diseñados con tecnologías de bajo consumo o «consumo casi nulo» – alimentándose por pequeñas baterías que duran años, son recargables o bien son capaces de aprovechar la energía medioambiental (solar, eólica, etcétera).

Un ejemplo típico es la aplicación de sensores y dispositivos IoT en el hogar o las oficinas: mediante sensores de presencia, movimiento o temperatura la instalación de un edificio inteligente puede saber si una habitación o sala está ocupada o desocupada y activar o desactivar las luces, el aire acondicionado, la calefacción o las persianas. Esos sensores pueden también estar de algún modo relacionados con personas que lleven sensores wereables encima, con los teléfonos móviles y otros. Si se centraliza esta información se pueden planificar horarios, pero incluso actuando de forma autónoma proporcionan una capacidad de ahorro energético importante.
 

¿Y si los objetos supieran cuándo conectarse?

 

iot casa conectada

Una de las claves es que las instalaciones en las que convivan sensores IoT y dispositivos complejos como cámaras, objetos geolocalizables o incluso las sencillas «bombillas conectadas» proporcionarán una gran cantidad de datos para analizar. Y ese análisis puede ser muy granular, de modo que se pueda extraer la mejor información dependiendo de los procesos. Con un poco de habilidad se pueden detectar tendencias, enlazar con sistemas externos como los meteorológicos, agendas y demás. Quizá ahora suene todavía a un poco a «tencología futurista» pero cuando todos los lavaplatos, neveras, hornos, lavadoras y secadoras estén «conectados» –y sepan cuándo es más barato o eficiente conectarse– podrá suponer un importante ahorro energético en el sector de la restauración, sin ir más lejos: cada pequeño ahorro cuenta.

Un ejemplo de cómo ese ahorro energético surge a veces de los sitios más insospechados son la detección de fallos y de equipos defectuosos: mediante la detección de variaciones y pequeñas pérdidas de energía gracias a los sensores de la IoT se pueden corregir esas situaciones para lograr un ahorro a largo plazo. En otros casos, como puede ser un sensor que detecte una fuga de agua o una vibración, se puede realizar el mantenimiento a tiempo evitando un perjuicio futuro mayor – como una inundación o una rotura. Lo más interesante es que a veces ni siquiera es necesario actuar localmente puesto que se pueden llevar a cabo las actuaciones en remoto. Con un móvil y una app segura se tiene acceso a toda esa información y se pueden controlar muchos de esos sistemas.
 

Simplicidad y complejidad del Internet de las Cosas (IoT)

 
Otro dato interesante es que muchas de estas iniciativas de ahorro energético tienen unas barreras de entrada muy bajas, tanto por su bajo coste como por su simplicidad. Muchos son proyectos que se pueden poner en marcha en unos pocos días y sin necesidad de grandísimos conocimientos. En algunos sitios se plantean incluso a modo de reto: se ponen en marcha los sistemas de medición y se plantea «a ver qué departamento ahorra más energía el mes que viene». Si se puede medir y valorar, es una fórmula más.

Más allá están los equipos para entornos profesionales e industriales, que puedan requerir soluciones de datos, seguridad y comunicaciones más avanzadas. Las plantas industriales, complejos de oficinas, centros de logística y centros de procesamiento de datos están entre las instalaciones que más consumen y pueden beneficiarse de estos ahorros energéticos. En un ejemplo reciente un fabricante como Siemens proporcionó sensores IoT a una empresa de este tipo para analizar el consumo energético de sus instalaciones directamente desde la nube. Con aplicaciones a medida de sus necesidades consiguieron reducir un 15% el consumo de un centro de gran logístico que consume 1,4 GWh anuales, con el ahorro que ello conlleva.

 

{Foto: Banco / Sandro Katalina @ Unsplash}

 

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Sobre este Autor

Álvaro Ibáñez. Editor de Microsiervos, uno de los más conocidos blogs de divulgación sobre ciencia, tecnología e Internet en castellano. Participó en el nacimiento de proyectos españoles de internet como Ya.com/Jazztel y Terra/Telefónica.

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