Todavía estamos sufriendo los devastadores efectos que ha tenido la desafortunada actualización de un software de un fabricante de ciberseguridad. He analizado esta situación para extraer algunas conclusiones que comparto en estas líneas.
Se nota la poca simpatía con las grandes empresas dominadoras del mercado
La noticia es que «han pinchado», que han dejado de estar operativas durante horas o minutos o que las actualizaciones de sus sistemas operativos los han dejado fritos. ¿Alguien ha oído que la culpa de esta crisis no era de Microsoft? Sí amigas y amigos, les tenemos ganas y se nota.
Las grandes empresas siempre parecen mirar de reojo a sus vecinas y claramente se dejan guiar por los grandes consultores de tecnología a la hora de tomar decisiones.
El miedo empuja muchas veces a las y los responsables en las empresas a seguir la corrientes que les permita justificar una mala decisión, para posteriormente escudarse en que otros del mismo tamaño o sector también lo hacen. Así, si un fabricante consigue convertirse en corriente rápidamente verá cómo se produce un efecto contagio en el mercado.
Siempre hay alguien que está con la calculadora
Cuando pasan estas cosas siempre se buscan responsables que paguen las cuentas. Por eso, pocas horas después de un incidente aparece alguien que ha realizado una valoración de los daños. ¿Quién se hace cargo de todo esto? En otros países esa cultura de la reclamación está más enraizada en la sociedad. Quiero pensar que en el nuestro no lo está.
La infalibilidad no existe
Este tipo de incidentes nos recuerda que, en el mundo de la ciberseguridad y la tecnología, no existen soluciones infalibles. Por más avanzada que sea la tecnología, siempre hay un margen de error, y es en esos momentos de crisis cuando debemos mostrar solidaridad y apoyo, no oportunismo.
El oportunismo no es ético ni inteligente
Aprovechar el caos para promocionar productos o servicios como “a prueba de fallos” no solo es poco ético, sino también irreal. Ninguna empresa, por más preparada que esté, puede garantizar que nunca se enfrentará a un problema técnico o una vulnerabilidad de seguridad. Todas y todos estamos en el mismo barco. La experiencia nos enseña que es mejor trabajar conjuntamente para resolver los problemas y aprender de ellos, en lugar de señalar con el dedo.
Es fundamental recordar que la verdadera fortaleza de una empresa no se mide solo por su capacidad para evitar problemas, sino por su habilidad para responder y recuperarse cuando ocurren. La colaboración y el apoyo mutuo en tiempos de dificultad fortalecen la comunidad tecnológica y nos ayudan a construir sistemas más resilientes y seguros.
Así que, antes de lanzar piedras o aprovecharse de la mala suerte de otras firmas, pensemos en cómo podemos contribuir positivamente. Trabajemos conjuntamente, compartamos conocimientos y experiencias, y demostremos que la unión y la colaboración son las mejores herramientas para superar cualquier desafío.
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