Google es la segunda empresa más cotizada del mundo, o más bien lo es su holding Alphabet, sólo por detrás de Apple. La capacidad de un gigante de este tamaño para atraer, literalmente, al mejor talento del mundo y de músculo financiero es prácticamente ilimitada, pero ni tan siquiera con esas premisas se está exenta del fracaso.
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En el pasado ya hemos visto la incapacidad del rey de Internet para crear una red social: descalabros como el de Orkut, Buzz o Google Wave, que quizás muchos ya ni recordarán, parecían dar paso a aprender del pasado y encontrar la fórmula para una red social exitosa que calara entre los usuarios. Su masa crítica parecía fácil: casi un tercio de la población mundial tiene un teléfono Android en el bolsillo con todo el ecosistema de Google a un ‘tap’ de distancia. Incluso, en 2006 compró la por aquel entonces recién creada YouTube, hoy en día la segunda red social por número de usuarios activos.
Con el fin de acortar distancias con Facebook, en 2011 nació Google +, una red social acogida bajo el paraguas del resto de servicios de Google. De hecho, esta fue casi la única manera de conseguir que ganara usuarios: la casi “obligación” a los usuarios de YouTube a hacerse un perfil. Esto catapultó a Google + al tercer puesto de las redes sociales más usadas, pero su falta de practicidad y diferenciación la han relegado actualmente al puesto número 12, con 111 millones de usuarios activos al mes, mientras que Facebook o YouTube rondan los 2 mil millones.
Comienzan los problemas de seguridad
Si a todo esto se le empiezan a unir problemas de seguridad, ocurre lo que era previsible: la muerte anunciada de Google +. El pasado mes de octubre se publicó un comunicado en el que se reconocía que existía un problema de seguridad en una de sus API, permitiendo a desarrolladores externos acceder a los datos privados de usuarios sin autorización. El caos es tal que se desconoce el alcance real de la brecha de información ya que Google sólo almacena datos de acceso a la API durante dos semanas, pero en sus investigaciones posteriores estiman en unos 500.000 los perfiles vulnerados. Además de parchearse, precipitó el cierre de Google + programado para abril de 2019.
No obstante, poco tiempo después, en noviembre de este mismo año, durante una de las actualizaciones que recibió la red social, se introdujo un nuevo fallo de seguridad todavía mucho mayor. Una nueva vulnerabilidad descubierta hace unos días volvía a comprometer la seguridad de una de sus API y esta vez quedaron expuestos los datos privados de cerca de 52 millones de usuarios. La potencialidad de este fallo alcanzaba a la totalidad de los usuarios de Google + y todos sus datos privados, como nombre, email, dirección, edad, correo electrónico, etc. La única solución a la que se ha llegado es adelantar todavía más su cierre, programado a 90 días hábiles desde el 10 de diciembre, fecha en el que fue comunicado.
Desde luego es cuanto menos sorprendente que se produzcan este tipo de errores en una compañía experta en tratar con información sensible de usuarios, y resulta francamente alarmante que se sucedan de manera recurrente e incrementando su gravedad. No ha trascendido un motivo oficial, pero todo lleva a pensar que un posible recorte de presupuesto y, por tanto, de mantenimiento, puedan estar detrás de todos estos acontecimiento tan desafortunados.
Inevitablemente a principios del próximo año veremos cómo se añade un nuevo capítulo a la lista de fracasos de Google, quizás el más sonado junto a las vanagloriadas Google Glass. Al menos, al resto de mortales nos quedará la moraleja de que los grandes también fallan, que el fracaso está permitido y no es óbice para el éxito. No hay mejor muestra que la de nuestro querido buscador, que seguirá siendo el rey de Internet pese a todo.
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