Hace ya algunas semanas tratamos en este blog cómo la tendencia conocida como Ley de Moore, que postuló en 1965 que la capacidad de proceso de los procesadores se duplicaría inicialmente cada 12 meses y que años después fue modificada para hacerlo cada 24 meses, está dejando de ser de aplicación.
El propio Gordon Moore, cofundador de Intel, ya en 2007 anunció que su ley dejaría de ser válida en unos 10 o 15 años, justo el momento en el que nos encontramos ahora mismo.
Esta ralentización en el aumento de capacidad de los procesadores que hace ya algunos años empezamos a apreciar en ordenadores y portátiles, ahora empieza a verse reflejada también en los smartphones, lo que da pie a que el marketing de las marcas de dispositivos móviles salga al rescate: ¿Estamos pagando por algo que realmente utilizamos?
En los últimos meses se han sucedido los anuncios de los nuevos terminales flagship de las grandes marcas, e incluso dentro de las mismas marcas, el tiempo de vida de un terminal hasta que otro “tope de gama” venga a sustituirlo se empieza a reducir drásticamente. ¿Por qué? ¿Existe la necesidad de reemplazar un teléfono con tecnología obsoleta en un año? ¿O simplemente se trata de vender más?
¿Estamos pagando por algo que realmente utilizamos?
Hagamos un ejercicio empírico para responder a esta pregunta. Tomaremos como referencia un benchmark (un conjunto de pruebas de rendimiento que asigna un valor numérico al desempeño) como AnTuTu, uno de los más utilizados y aceptados. Asimismo, analizaremos los 20 teléfonos más potentes que existen en el mercado, que abarca los terminales estrella de todo tipo de marcas y trata por igual dispositivos Android e iOS. Todos tienen un rendimiento bruto en el que la diferencia entre la primera posición (iPhone 7 Plus 256GB) y la posición número 20 (Xiaomi Mi5s Plus) se diferencian tan solo en un rendimiento del 9,6%. En cambio el precio se mueve en una horquilla de más de 700€, que puede variar desde los 300€ del Xiaomi Mi5S Plus (que en algún momento puntual de oferta se puede encontrar a un precio inferior) hasta los más de 1000€ del iPhone 7 Plus de 256GB.
Curiosamente, todos los terminales tienen unas CPU muy similares: 4 núcleos de entre 2,35GHz y 2,45GHz. Aquí las diferencias las podemos encontrar en que la mayoría de ellos tienen otros 4 núcleos dedicados al procesamiento gráfico, o que el iPhone 7 Plus utilice dos núcleos en bajo rendimiento y ahorro de batería y otros dos núcleos para momentos de alto rendimiento. Es decir, las diferencias más sustanciales las encontramos en características añadidas (almacenamiento, cámara, etc), pero ninguna fundamental que justifique la inversión en un nuevo dispositivo de una generación inmediatamente posterior.
Analicemos ahora un dato curioso acerca de las pantallas, elemento indispensable que hasta hace poco era uno de los argumentos de venta principales, pero que en los últimos lanzamientos han pasado algo desapercibidas. La cantidad de puntos por pulgada que tiene la pantalla es un dato que influye directamente en la percepción del usuario sobre la calidad del terminal, y si nos fijamos los terminales estrella de Samsung, llevan teniendo unos valores prácticamente imbatidos desde el Galaxy S6, que era de 576 píxeles por pulgada. En el caso del Galaxy S7 era de los mismos 576 píxeles por pulgada pero en el recién estrenado Galaxy S8 es de 570 píxeles por pulgada. Recordemos que el S6 es un teléfono ya considerado obsoleto, pero que fue presentado en marzo de 2015, es decir, acaba de cumplir 2 años y ya hay dos modelos de la misma marca que lo reemplazan.
Todos los demás terminales de nuestro top 20 tienen una resolución de entre 300 y 400 píxeles por pulgada, incluidos los iPhone 7 y 7 Plus (de 326ppp y 401ppp respectivamente), a excepción de la última novedad de Sony, el Xperia XZ Premium, que acaba de ser anunciada con 801 puntos por pulgada, algo hasta ahora desconocido.
La guerra de la memoria RAM, los nuevos megapíxeles
Mención aparte merece la memoria RAM, que ha sido en los últimos días objeto de debate en Redes Sociales. ¿Es lícito que el Galaxy S8+, uno de los terminales del año, y uno de los más caros, cuente con “sólo” 4GB de RAM? ¿Tiene sentido que un teléfono tenga casi más RAM que nuestro ordenador de trabajo? El motivo de esta polémica lo encontramos, una vez más, en el uso de las características técnicas como marketing, y es debido a que las marcas chinas premium (otro tema muy interesante para analizar en próximas entradas) están empezando a montar 6GB de RAM en algunas versiones del Xiaomi Mi5S Plus o en el OnePlus 3T entre otros pero, realmente ¿un teléfono necesita tanta memoria RAM? ¿Se ha convertido la RAM en los nuevos megapíxeles?
La tendencia actual para un ordenador de uso ofimático es de 4GB de RAM, u 8GB si realiza alguna tarea más específica, incluso 4GB de RAM es una cifra que hasta hace poco era muy habitual en el terreno de los servidores y que hoy en día podemos seguir viendo en servidores ligeros. ¿Tiene sentido llevar en el bolsillo un aparato con características técnicas similares o incluso superiores a las de nuestro portátil? La tendencia es tal, que hasta las videoconsolas portátiles empiezan a tener hardware de tablet, similar también al que encontramos en smartphones.
La respuesta a esta pregunta la encontramos en un concepto algo complejo, que es el de la gestión de la memoria RAM. Al fin y al cabo, la memoria RAM sirve como una memoria de acceso rápido que entrega a la caché de la CPU los datos que necesita de una forma más rápida que si se leyeran desde el almacenamiento tradicional (el equivalente al disco duro de un ordenador). Pero un teléfono no es un ordenador, y como tal, gestiona la multitarea de forma diferente.
En un ordenador es posible que tengamos abiertas una o dos decenas de pestañas del navegador, un cliente de correo electrónico, un editor de textos y, quizá, hasta Photoshop… tendremos la memoria RAM ocupada al 100% y probablemente utilizando paginación en el disco duro, lo que provoca una ralentización excesiva.
Por su parte, un smartphone no tiene suficiente pantalla como para tener varias aplicaciones abiertas en primer plano (algunos modelos sí, pero no lo hacen con más de dos aplicaciones a la vez) y todas las demás quedan en segundo plano. Cuando un teléfono deja una aplicación en segundo plano, “congela” su estado y, en la mayoría de casos, vuelca una copia del estado de la app de la RAM al almacenamiento interno del teléfono, liberando así memoria. Es por esto que cuando pasamos de una aplicación a otra, las animaciones de la interfaz gráfica ayudan a disimular el tiempo que tarda esa información en volver a la RAM o, si el teléfono se encuentra con una utilización de memoria alta, hace un proceso similar al de abrir la aplicación desde el principio.
Llegados a este caso, es extremadamente raro ver un smartphone con un consumo de RAM superior a 4GB, incluso los modelos con 6GB no llegan a utilizarlo. Tanto es así, que el iPhone 7 Plus (recordemos, el teléfono con mayor rendimiento y más caro del mercado) cuenta con 3GB de RAM, algo que Apple considera más que suficiente gracias a la gestión de memoria antes mencionada. Otra posible explicación se basa en el uso del teléfono como un sobremesa, donde mediante un soporte y una conexión HDMI podemos utilizar el teléfono en un monitor externo como si de un ordenador de sobremesa se tratara, algo que ya ha empezado a incorporar el Samsung Galaxy S8, pero que por el momento no ha penetrado en el mercado.
En resumidas cuentas, la mayoría de los usuarios hacen bien en esperar dos o incluso tres generaciones antes de cambiar su smartphone por un modelo más moderno, porque como hemos podido ver, el marketing de los fabricantes de teléfonos avanza más rápido que la propia tecnología que pretende vendernos.
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