Por todos es sabido que las criptomonedas no están pasando por su mejor momento, y…
¿Es Bitcoin la única razón de que siga existiendo el ransomware? ¿Por qué últimamente parece más rentable para los malhechores secuestrar los datos que robarlos y traficar con ellos? ¿Existiría el ransomware si no se pudieran pagar los rescates en bitcoines?
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Organizaciones y empresas de todo el mundo han sufrido en los últimos años ciberataques mediante el uso de ransomware con nombres como Cryptolocker, Qlocker, Encrpt3d, WannaCry o Ryuk. Algunas de estas historias son tremendas: empresas con departamentos paralizados durante días, semanas o meses (como le sucedió a la cadena SER del grupo PRISA) y entidades públicas como ayuntamientos (Oviedo, Cáceres o Vinaroz) o el Ministerio de Trabajo sufriendo por restaurar sus datos. En lo que podría ser considerado el colmo de la vileza, la COVID 19 ha propiciado los ataques a servicios de salud y hospitales; en España se conoce el caso del hospital Moisès Broggi en Barcelona, el hospital de Torrejón en Madrid y en Alemania del Hospital Universitario de Düsseldorf.
Los expertos están dándose cuenta de algunos patrones respecto a estas situaciones: cada vez es más fácil crear el ransomware. No hace falta siquiera robar los datos y llevárselos; existen muchas alternativas para cobrar los rescates.
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Esta última relación entre Bitcoin y otras criptodivisas con el ransomware no deja de ser un poco paradójica, porque Bitcoin ni es anónimo ni tan sencillo de manejar como las divisas corrientes:
No obstante todo lo anterior, quienes están detrás del ransomware pueden tener una paciencia infinita a la hora de canjear sus botines o incluso esperar a que la tecnología resuelva sus problemas. Sobre todo siendo tan barato realizar los ataques. Algunos ransomwares solicitan el rescate en criptodivisas distintas de Bitcoin que pueden ser menos rastreables o conocidas, como Ethereum o Monero. A veces no es necesario canjearlos por dólares o euros; con los rescates se pueden comprar algunos bienes (reales o virtuales, incluyendo NFTs, el equivalente a «obras de arte digitales») para luego revender. O a veces simplemente sobornan a alguna de las partes implicadas, por ejemplo a los desarrolladores de ciertas criptodivisas o empleados de los exchanges o bancos.
Además de esto, hace tiempo surgieron algunos servicios de dudosa fiabilidad como CoinJoin o Coin Ninja para «mezclar» los bitcoines con los de otras personas para, a cambio de una comisión, hacer que su rastreo fuera más difícil, o incluso teóricamente imposible. Eso sí: al fundador de Coin Ninja lo detuvo el FBI el año pasado por blanqueo de dinero y operar sin licencia, con cargos relativos a cientos de millones de dólares. Incluso aunque la tecnología sobre la que funcione Bitcoin evolucione sería improbable que la criptodivisa perdiera esa pseudo-anonimidad. La tendencia parece ser que haya cada vez más y más normas y regulaciones tanto para evitar el blanqueo como para desincentivar los pagos de rescates y otras operaciones delictivas.
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Parece claro que Bitcoin y las criptodivisas tienen otros usos además de los de pagar rescates, y que el ransomware ya existía antes de que existiera Bitcoin. Pero el hecho de que en los últimos tiempos sea más fácil y cómodo para los malvados secuestrar que robar los datos de los PCs ha llevado a esa idea de que Bitcoin es poco menos que la «encarnación de todo mal», una herramienta que ha propiciado que sugieran las amenazas actuales. Esto no sólo no cierto, sino que además el hecho de que no sea del todo anónimo –de hecho, menos anónimo que el dinero en efectivo– está facilitando que las autoridades y la justicia puedan perseguir esos delitos y juzgar duramente a los culpables.
Otra cuestión es la actitud de los diversos gobiernos al respecto y también el importante papel de las aseguradoras, que según las pólizas cubren eventualidades como la pérdida de datos o el pague de rescates a raíz del secuestro de equipos. Esto hace a veces a las empresas considerar la pérdida como un mal secundario (mejor no pagar y cobrar el seguro), dado que quedan cubiertas en buena parte por las pólizas. De momento, según explicaba la revista Wired, las compañías aseguradoras siguen pagando, aunque esto depende en muy alta medida de cada póliza y el país en que suceda. Aseguradoras como Axa ya anunciaron que no cubrirían los ataques de ransomware. El gobierno francés desincentiva muy activamente a las empresas y aseguradoras a hacerlo. Y el estadounidense está en una zona gris, en la que prohibe pagar rescates (PDF) «a ciertos individuos u organizaciones», pudiendo conllevar sanciones hacerlo si se está en esa jurisdicción.
La recomendación del INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad de España) y de la iniciativa No More Ransom (No más rescates) que surgió como idea de la Europol, la Politie (Países Bajos), Kaspersky y McAfee es clara: no pagar nunca los rescates de ransomware. Y esto se refiere tanto a pagar en criptodivisas, mediante transferencias o con bolsas llenas de billetes en efectivo, como en las películas. Simplemente no hay garantías de lo que pueda suceder tras dar dinero a desconocidos en esas condiciones, ni de que los archivos secuestrados sean recuperables, que el daño no pueda ser mayor o se vuelva a recurrir al chantaje. Tal y como se explica en esa web, existen muchas veces alternativas para recuperar los datos secuestrados. Y además de eso, siempre están las medidas preventivas, que hoy mismo se pueden poner en marcha: copias de seguridad en la nube, sistemas para la prevención del phishing y una mayor concienciación de todos los usuarios, especialmente los corporativos.
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