"Me despierto por la mañana con una suave luz azul, imitando un amanecer, escuchando mi…
El último sábado de marzo de cada año se celebra en todo el mundo “La hora del planeta”. En esta jornada se invita a ciudades de todo el mundo a apagar las luces y aparatos eléctricos que no sean imprescindibles. Así, se impulsa la concienciación de la necesidad de tomar medidas frente al cambio climático, la contaminación y el desperdicio energético.
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«La hora del planeta» es una gran iniciativa, pero ¿y si te dijera que está en nuestras manos hacer que los beneficios de esa jornada se convirtieran en un hecho habitual cada día y en todas las ciudades? Así reduciríamos emisiones y consumos. Asimismo, mejoraríamos la movilidad y seguridad para hacer la vida más sencilla y de calidad a la ciudadanía.
La tecnología ya está disponible para conseguir una gestión urbana más eficiente, sostenible y centrada en las personas. Todo ello englobado es lo que conocemos como Smart City.
La sensorización es el primer paso que se debe dar para caminar hacia la ciudad inteligente. Aquí entra en juego el despliegue de sensores según los servicios inteligentes que se quieran implantar: meteorológicos, contaminación, tráfico, residuos, alumbrado o vigilancia, entre otros…
Estos sensores son pequeñas computadoras capaces de leer el entorno: señales físicas, químicas o biológicas, con capacidad de comunicación con el controlador ubicado en el perímetro. El controlador actuará en base a la información recibida y el sensor que la emite. Así, podrá desencadenar una o varias acciones en una zona determinada, y generar un registro en una base de datos local o remota para posteriormente analizar los datos. Esto permitirá realizar predicciones y adelantarse a acontecimientos para tomar decisiones de forma anticipada.
Los sensores de última generación utilizan semiconductores. De este modo ocupan menos espacio y optimizan el recurso energético, tan importante para su despliegue en los distintos objetos ubicados en lugares dispares como farolas.
De cada persona también se recoge información; se trata de otro tipo de “sensor”, el cual retroalimenta los servicios que utiliza y contribuye a que los planificadores de la ciudad adquieran datos prácticamente en tiempo real.
La interconexión de los objetos es primordial en una Smart City. Para ello disponemos de diferentes tecnologías que dotan de comunicación a los dispositivos de forma inalámbrica como son: LTE, 5G, Wi-Fi… y otras con bajo consumo, tales como Lora y NB-IoT para cubrir grandes distancias o Zigbee y Z-wave para distancias menores.
Esta diversidad implica libertad para utilizar diferentes sistemas de comunicación para un mismo dispositivo y elegir la tecnología de comunicación que se va a utilizar en función de la distancia y/o consumo. Así se añade una capa más de protección en cada caso con una encriptación segura que garantice la integridad de los datos.
Segmentando la red en base a la organización de las zonas de la ciudad, se puede administrar la ciudad de forma más eficiente y así actuar de forma localizada ante un posible problema que pueda quedar aislado a un área concreta.
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El Cloud Computing aumenta la versatilidad y el poder de cálculo; permite el análisis en tiempo real en sistemas locales cuando es necesario. Hay situaciones que requieren acción inmediata basada en datos recientes y el Cloud es útil para analizar grandes volúmenes de datos, lo que se conoce como Big Data. Esta tecnología ofrece nuevas soluciones e infraestructura e incluye nodos de procesamiento, bases de datos y motores analíticos. Todo se adapta a las necesidades del proceso requerido.
Es fundamental incorporar la ciberseguridad en el desarrollo del despliegue. Con el objetivo de garantizar la disponibilidad de los servicios prestados, es necesario elegir dispositivos que dispongan de actualizaciones periódicas con las que evitar posibles vulnerabilidades o segmentar las redes e incorporar equipamiento de alto nivel con las últimas capacidades de detección de amenazas.
Todas las comunicaciones que se establezcan deberán ser siempre seguras, pasando por la utilización de cifrados y certificados, aislándolos y protegiéndolos con diferentes capas de seguridad que eviten que el sistema pueda verse comprometido ante un ataque.
No hay que olvidar que cuanto más grande y complejo sea el proyecto desplegado, las posibilidades de recibir un ataque aumentan. Por eso, cada dispositivo debe estar protegido y actualizado, ya que si cualquiera de los elementos que entran en juego en la comunicación se ve comprometido, puede afectar a la confianza del sistema y hacer que los datos no sean fiables. En el peor de los casos, puede generar una brecha de seguridad que puede llevarnos al desastre. Por eso, tampoco debemos dejar a un lado el tránsito de los propios datos desde que salen del dispositivo o sensor hasta el destino, ya que si no se protegen adecuadamente durante el viaje, pueden ser interceptados, capturados o manipulados.
Implantando medidas de protección de calidad, con la disponibilidad de un equipo humano que establezca acciones activas y pasivas, tendremos un servicio robusto y operativo ante cualquier amenaza que pueda surgir.
El mantenimiento de la ciudad y de los dispositivos desplegados es controlado desde el centro de mando. Aquí se recopilarán datos de toda la ciudad mediante el procesamiento de imágenes, video, la integración de datos y las alertas.
El sistema nos informará en tiempo real si uno de esos sensores o dispositivos ha dejado de funcionar o si lo que monitoriza está fuera de rango. De este modo, se podrá proceder a una revisión, reparación o sustitución. Así se evitará que, por ejemplo, durante semanas haya un elemento que no funcione.
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