En Sarenet empleamos soluciones Open Source o de código abierto siempre que existan dado que…
Muchas veces en este blog hemos hablado de proyectos open source, de código libre, free software… Además últimamente hay muchas noticias sobre empresas (o ciudades) que están adoptando esta idiosincrasia. Para quitarle algo de misticismo a este mundo vamos a intentar explicarlo en esta entrada.
Mucha gente piensa que open source simplemente es que el programa que vamos a utilizar sea gratis; no hay que pagar dinero por utilizarlo y se queda con eso, sin embargo va mucho más allá como vamos a ver a continuación.
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Lo primero que hay que dejar claro es que cuando hablamos de open source no nos referimos solamente a programas de ordenador. Quizá por estar en un entorno IT es lo que más nos viene a la cabeza, pero que algo sea open o free va más allá de los bits y los bytes.
Hoy en día, desde los cables que nos traen Internet a casa hasta la comida que compramos en el supermercado tienen casi seguro una patente detrás. A alguien se le ocurrió algo y decidió patentarlo. Bien puede ser una fórmula para crear fibra de vidrio con unas tolerancias mejores que las anteriores, unas semillas de tomate que aguanten temperaturas extremas, la fórmula de una bebida azucarada con cafeína, baterías eléctricas para coches o el software que controla el motor de un tractor.
Si quieres empezar a producir algo posiblemente tengas que pagar por unos derechos de uso, incluso tendrás que firmar contratos que te impidan divulgar cómo funcionan y tengas unas obligaciones sobre qué puedes hacer con ello. Aquí entra el concepto opuesto al que trata este post; se dice que es «propietario» o «privativo»: estamos a merced de quien lo controla.
Hay muchos ejemplos de lo «propietario» o «privativo» llevados al extremo en la ciencia ficción, donde en el cyberpunk tendríamos su máximo exponente:
Si bien en estos ejemplo se lleva lo «propietario» o «privativo» al límite, a día de hoy tenemos neveras que no funcionan por falta de soporte del fabricante, terapias y medicinas que son ofrecidas únicamente por una farmacéutica, obsolescencia programada, derecho a la reparación, etc.
Si bien en nuestro sector lo más normal es referirse a licencias de software, prácticamente cualquier sector juega con las mismas normas.
Aunque la línea entre lo open y lo free es algo difusa en ciertos momentos, voy a tratar de diferenciar ambos conceptos.
Decimos que algo es open cuando podemos acceder a su código fuente, sus planos, su receta, etc. sin ningún tipo de cargo. Por ejemplo, el código fuente del kernel de Linux es open source, ya que podemos ir a su repositorio, descargárnoslo y ver cómo funciona. Otro ejemplo sería el de las patentes de Tesla, que hace unos años permitió que cualquiera la utilizase y para terminar, la cervecera BrewDog publica en PDF desde hace unos años todas las recetas de las distintas cervezas que fabrica.
El hecho de que sea free añade el concepto de libertad hacia la persona que lo utiliza. Se dice que «Free as in speech, not as in beer«. Es decir: es «libre», no «gratis». ¿Y libre para qué? Pues para poder distribuir, modificar o adaptar el código del programa.
Hay mucho software gratuito, para el cual no necesitas pagar para utilizarlo pero no puedes ver su código fuente. Puedo utilizar WhastApp en cualquier teléfono sin pagar pero… ¿Puedo traducirlo a sartaldera por ejemplo?
Existe el concepto FOSS (Free and Open Source) que une bajo el mismo paraguas ambos conceptos.
Un error que se comete con el open source es que nos pensamos que podemos hacer lo que queramos con él. Si bien es cierto hasta cierto punto, como cualquier cosa creada por una persona o entidad tiene un copyright y unas licencias asociadas.
La cuestión es que, como contrapunto el software open source suele ser copyleft: bajo ciertas condiciones (las que apliquen las licencias) podemos hacer lo que queramos con ese código.
Las licencias copyleft, que tienen la misma validez que la licencia de cualquier software propietario, nos otorgan una serie de derechos y deberes sobre el software. Hay licencias más abiertas y otras que son más cerradas. Por ejemplo, tenemos las licencias GPLv2 (General Public License) que permiten modificar el código siempre que se distribuya una copia de las modificaciones. Por otro lado, tenemos las licencias BSD (Berkeley Software Distribution) que obligan a distribuir la copia de las modificaciones que se realicen. Hay una gran variedad de licencias con distintas características. ¿Sabes que, por ejemplo, le puedes pedir a BMW el código fuente del software open source utilizado en sus coches?
Para los elementos que no son código, si trabajamos por ejemplo con fotografía o música, también puedes hacer que tus creaciones sean open mediante la aplicación de una licencia tipo Creative Commons.
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Depende de cómo se mire. Volvo regaló la patente del cinturón de seguridad de 3 puntos que todos los coches de hoy en día utilizan, ya que pensaba que el beneficio de salvar vidas era superior a cualquier beneficio económico que pudiese obtener de los royalties de la misma. Muchas veces las empresas que hacen este tipo de contribuciones buscan que esa tecnología entre en el mercado con más fuerza y que al utilizarla más gente, se mejore con la ayuda del resto de empresas del sector. Esto lo podemos ver, por ejemplo, en la enorme implantación de servidores web y stacks de programación, donde el combo LAMP (Linux + Apache + MySQL + PHP) ha sido uno de los más utilizados a la hora de publicar webs. Ahora Docker y Kubernetes siguen el mismo camino.
https://twitter.com/JainTrishala/status/1184689431048884225?ref_src=twsrc%5Etfw https://platform.twitter.com/widgets.jsEn cuanto a los beneficios, uno de los mayores repositorios de código abierto, Github, cuyo Octocat en forma de pegatinas adorna la cabecera de esta entrada, fue comprado por Microsoft por 7.500 millones de dólares. Si bien el propio Github no es open source, sí que alberga el código fuente de miles de proyectos open source y, al final, son sus usuarios los que le dan valor. Y no sólo eso, Microsoft (aunque las malas lenguas dicen que va con segundas) está últimamente abrazando el open source en muchos de sus proyectos como .NET y ha reconocido haberse equivocado al ir en su contra en un principio. IBM también es otra de las grandes con una gran apuesta por el open source.
Muchas empresas entienden que el código es sólo parte del producto y que su fuerte es en cómo lo ofrecen integrado en su infraestructura o en el soporte del mismo. Por ejemplo, en el caso de la anteriormente nombrada BrewDog, buena suerte intentando replicar sus recetas sin su equipamiento o sus proveedores. 🙂
A Red Hat no parece que le vaya nada mal este modelo. Su distribución de Linux es open source y de pago; si no quieres pagar el soporte con las actualizaciones puedes optar por CentOS y tener exactamente la misma compatibilidad y rendimiento que con RHEL.
¿Cuántos millones crees que ha ganado Pixar con sus películas? Sus herramientas son libres, la creatividad de sus artistas, no 🙂 También puedes intentar montarte tu propio Netflix ya que mucho de su software es open, pero sin contenido…
En el mundo de los videojuegos teníamos a ID Software, los creadores de clásicos como Doom o Quake. Gracias a John Carmack y a que pudo impulsarlo, según sacaban un juego nuevo, liberaban el motor del juego anterior. Esto hizo que muchos aficionados pudiesen meterse en el mundo de la programación (y ver curiosidades como esta) y tal fue el impacto que a día de hoy, muchos (pero muchos) videojuegos están basados en el motor del Quake. Y John Carmack pudo seguir comprándose Ferraris. También tenemos el ejemplo de Sony que utiliza FreeBSD como base de los sistemas operativos de las PlayStation 3 y 4 (igual que el JunOS de los router de Juniper).
Y para tener cierto respaldo existe una organización sin ánimo de lucro para luchar a favor de los derechos del software libre, la Free Software Foundation. Ya que claro que hay mucha gente que lo hace de forma desinteresada, por eso las donaciones son también parte importante en el mundo del open source.
El límite es el cielo como se suele decir, concretamente 408 km sobre la superficie de la Tierra. El último shuttle de Space X estaba hasta arriba de open source, aunque también se está usando para hablar con nuestro vecino rojo. ¿Te imaginas que se utilizase un software privativo y que de un año para otro la empresa te cambie la cláusula y diga que no puedes usarlo? ¿Cierras el proyecto?
Y no sólo esto, todos los miles de millones de móviles que hay en el mundo llevan componentes open source, tanto Android, que corre con un Kernel de Linux, como Apple, cuyo Kernel está basado en un Kernel Match de BSD, ambos son abiertos.
Los navegadores web más utilizados hoy en día (Chrome, Safari e Internet Explorer) están basados en el motor de HTML del navegador KDE, un entorno de escritorio libre, adoptado primero por Apple en su proyecto WebKit para ser utilizado en Safari, posteriormente por Google en 2008 para se utilizado en Chrome y ya, por último, por Microsoft que ha cambiado el motor de renderizado al mismo. Firefox por su parte siempre ha sido FOSS.
Esto es gracias a que en el mundo del open source es relativamente común hacer versiones con nuestras adaptaciones y crear y desviarnos del original (lo que se conoce como fork), lo cual hace que en última instancia sea el usuario final el que se beneficia al tener más opciones.
¿Y cuando a quien pertenece el código es a la ciudadanía? Existe un movimiento para pedir que el software que se haya pagado con dinero público, sea software libre (Public Money, Public Code).
Tampoco hay que olvidar a Archive.org, el proyecto Gutenberg o más local, Armiarma, que se encargan de que obras de literatura estén disponibles para todo el mundo. ¡Y por supuesto todo el conocimiento que hay en la Wikipedia!
Como hemos comentado al principio no sólo es el código fuente lo que se puede «liberar». No podemos olvidarnos de los estándares abiertos: HTTP, SMTP, FTP, IMAP, SIP, RTP… sin los cuales no existiría Internet tal y como lo conocemos ahora. ¿Te imaginas sólo poder entrar a ciertas páginas si estás usando el ordenador de una marca concreta? En telefonía ocurre mucho, Cisco mismamente tiene equipos que sólo funcionan con su protocolo de Voz IP propietario y si quieres seguir usando su sistema toca aflojar la cartera. Incluso ahora con la CODIV-19 muchas apps están utilizando una API abierta.
Como todo en esta vida hay que valorarlo en un contexto. El software open source no es mejor por naturaleza o «técnicamente mejor» por ser abierto y poder ver el código fuente, pero sí que puede ser «mejor» en el sentido de que puedes adaptarlo o arreglarlo sin esperar a que lo haga el fabricante y eso es una gran ventaja.
Tampoco el software propietario por tener una empresa detrás y más gente su software va a ser inherentemente mejor que el de una persona programando los fines de semana. ¿Y si es la empresa dónde trabaja Dilbert?
En Sarenet pensamos que no, por eso hemos sido siempre grandes defensores del software libre. Personalmente, siempre me da más confianza un producto abierto en el que puedo ver cómo hace las cosas, que el white paper de lo bonita que es la solución del fabricante X.
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PD: La foto de la cabecera que acompaña al artículo es libre, concretamente es una foto de Christina Morillo descargada de StockSnap con licencia CC0.
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