Hace tiempo que vengo observando predicciones casi esotéricas sobre cómo Google acabará sufriendo el mismo…
La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una tecnología clave en el desarrollo empresarial y social. Su auge, especialmente en la vertiente generativa, ha generado grandes expectativas y, al mismo tiempo, ha planteado nuevos desafíos en términos de fiabilidad, privacidad y regulación.
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No es la primera vez que una tecnología irrumpe con fuerza y cambia nuestra manera de vivir y trabajar. Internet lo hizo hace dos décadas y, en su momento, resultaba difícil prever su impacto real. Lo mismo ocurre hoy con la IA: sabemos que transformará procesos y modelos de negocio, pero no con exactitud cómo lo hará. Lo que está claro es que su influencia será profunda y transversal.
La IA, al igual que cualquier otra tecnología avanzada, no está exenta de errores. En el caso de la IA generativa, las alucinaciones o respuestas incorrectas son un problema recurrente. Su capacidad para generar contenido creíble, aunque no necesariamente veraz, implica que su uso debe ir acompañado de un criterio crítico. La clave está en emplearla en ámbitos que comprendamos y en los que podamos validar sus resultados.
Históricamente, la confianza en la información dependía de su formato: primero fue la escritura, luego las imágenes y, finalmente, el vídeo. Hoy, con la posibilidad de manipular cualquier contenido digital mediante IA, la credibilidad ya no puede basarse únicamente en el soporte. Entonces, ¿cómo podemos distinguir la verdad de la mentira?
Aquí es donde la educación juega un papel fundamental. Más allá de regulaciones y herramientas tecnológicas, es imprescindible que las personas desarrollen habilidades de pensamiento crítico. Aprender a evaluar la veracidad de la información y a cuestionar lo que consumimos digitalmente será clave para navegar en un entorno cada vez más dominado por la IA.
Uno de los mayores desafíos de la IA es el manejo y la seguridad de los datos. Las empresas deben procesar volúmenes masivos de información, lo que implica trasladar esos datos a grandes centros de procesamiento, a menudo ubicados en otros países. ¿Estamos seguros/as de que nuestros datos están protegidos? La normativa varía según la región y la falta de un marco global aumenta los riesgos de un uso inadecuado de la información.
Además, la regulación de la IA sigue siendo un tema pendiente a nivel internacional. No sirve de nada que en Europa se establezcan normativas estrictas si en otros países no existen restricciones similares. La globalización digital exige una regulación coordinada que garantice un uso ético y responsable de la IA en todos los mercados.
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La IA tiene el potencial de mejorar la eficiencia empresarial y facilitar muchas tareas cotidianas, pero también plantea retos significativos. La clave está en encontrar un equilibrio entre innovación y responsabilidad, combinando el desarrollo tecnológico con marcos normativos adecuados y una educación enfocada en el pensamiento crítico.
El futuro de la inteligencia artificial está en construcción y depende de cómo decidamos utilizarla. ¿Estamos listos/as para asumir el desafío?
Este post se ha redactado a partir de la entrevista a Kepa Unzilla, Director de Desarrollo de Negocio de Sarenet.
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