Continuamos con nuestras tertulias sobre Industria 4.0. Tras analizar cómo auditar los dispositivos IP conectados…
El pasado 28 de abril muchas organizaciones vivieron una situación poco habitual: un apagón eléctrico masivo que dejó fuera de servicio a España, Portugal y Andorra durante horas. No fue una simulación, ni un fallo interno, ni un ciberataque. Fue una prueba real de cómo afectan los eventos externos a la continuidad de negocio.
La experiencia fue desigual. Algunas empresas vieron cómo sus servicios críticos caían de forma desordenada, con los riesgos que eso implica: corrupción de datos, pérdida de información, indisponibilidad de herramientas clave para trabajar. Otras pudieron seguir operando con normalidad. La diferencia no fue la suerte, sino la preparación previa.
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En Sarenet, los servicios alojados en nuestros Data Centers se mantuvieron activos durante todo el corte. Porque cuando el entorno falla, hay que estar preparado/a:
Los Data Centers profesionales están diseñados precisamente para eso: resistir fallos externos sin comprometer la continuidad del servicio.
Hablamos de instalaciones con acometidas eléctricas redundantes, sistemas de climatización autónomos, líneas de comunicación diversificadas y protocolos de emergencia bien definidos.
No son garantías absolutas. Pero sí entornos preparados para gestionar lo inesperado, que es lo que marca la diferencia entre una interrupción recuperable y una pérdida operativa real.
Tener backups es imprescindible, pero no es lo mismo que tener continuidad de servicio. Si esos datos no están accesibles cuando más se necesitan, si la recuperación tarda horas o días, o si el entorno donde estaban alojados también cayó… entonces el backup no resuelve el problema.
Por eso es clave plantearse:
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Contar con una buena infraestructura es solo una parte del trabajo. Hace falta también tener procedimientos claros y roles definidos: quién actúa, con qué herramientas, ante qué tipo de incidencia.
Tenerlo todo documentado, pero no probado, no ayuda. Y depender de una sola persona para reactivar los sistemas tampoco es sostenible.
La continuidad de servicio se construye desde el diseño técnico, pero también desde el trabajo en equipo.
El mantenimiento preventivo, ese gran olvidado
La continuidad de servicio no depende solo de tener un entorno robusto, sino también de anticiparse a los fallos antes de que ocurran. Aquí entra en juego el mantenimiento preventivo: revisar regularmente el estado de los sistemas, actualizar firmware y software, comprobar redundancias y validar que las copias de seguridad siguen siendo restaurables. No se trata de hacer auditorías complejas, sino de establecer una rutina de chequeos que minimicen las sorpresas. Prevenir cuesta menos, en tiempo, recursos y reputación, que reaccionar cuando ya es tarde.
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