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Seguro que recientemente has escuchado las siglas «SSL»: Has empezado a fijarte que el navegador te avisa de que estás navegando por un sitio «No seguro» pero no sabes muy bien de que se trata. Vamos a intentar aclararlo un poco.
En Internet la comunicación se realiza mediante distintos protocolos: HTTP, SMTP, FTP, SIP…. cada uno de estos protocolos no son más que unas normas de cómo pedir información y cómo devolverla. Además para simplificar su desarrollo suele ser muy sencillo el poder leerlos ya que se pasan entre el cliente (quien origina la petición) y el servidor (quien recibe y procesa la petición) en texto plano totalmente legible. Este sería un ejemplo del protocolo HTTP, la petición realizada y la respuesta recibida al cargar este blog:
En un mundo ideal no habría problema pero, ¿qué ocurre si alguien «intercepta» estos mensajes entre mi ordenador y el servidor? ¿Y si en vez de en un blog estoy metiendo los datos de la tarjeta en una tienda? ¿Y si son mis datos médicos? ¿Y si estoy intentado enterarme de qué ocurre realmente en mi país?
Aquí es cuando se empiezan a desarrollar métodos extra para poder enviar esta información a través de Internet de una forma que sólo el origen y el destino que han iniciado la «conversación» puedan entenderse y aquí entran en juego el cifrado del mensaje.
Nota: Para simplificarlo hablaremos sobre SSL aplicándolo a páginas web y al protocolo HTTP, pero hay que tener en cuenta que se puede implementar en más protocolos.
Con los certificados SSL utilizamos un sistema de claves públicas/privadas para cifrar la información. Este sistema nos permite poder intercambiar «secretos» aún cuando se interpretan mensajes enviados, ya que hay partes que nunca se envían.
Este vídeo, aunque en inglés, explica de forma muy clara y sencilla como funciona el intercambio de claves de forma que sólo el origen y el destino pueden «descifrar» los mensajes.
En el caso de los certificados SSL el procedimiento es el siguiente para la generación de claves privadas y públicas:
Con estos dos archivos tendríamos ya nuestra web protegida con SSL y la información entre los clientes y el servidor se haría de forma cifrada. Esto se puede hacer en un servidor con un par de comandos y tendríamos lo que se denomina un certificado autofirmado, el propio servidor es el que ha dicho que se trata de él mismo.
En el ejemplo anterior queda claro que hay algo que cojea, y es que si cualquiera puede decir que es tal web… ¿Cómo sabe el usuario si se está conectando al sitio bueno o a una página de phising?
Para eso existen lo que se conocen como entidades certificadoras (CA en inglés), que son las que, valga la redundancia, certifican que el certificado que
Para que una entidad nos certifique hay que enviarles primero una solicitud de firma de certificado o CSR, en inglés. Esto no es más que un archivo en el que indicamos el dominio del certificado y la empresa que lo solicita, pero que va firmado con la clave privada que hemos generado previamente.
Una vez que la entidad lo tiene inicia una serie de validaciones y comprobaciones, que pasan desde una simple consulta a la DNS a búsquedas en listines telefónicos y llamadas al contacto para confirmarlo.
Una vez confirmado «emiten» el certificado, pero firmado con su clave privada en vez de con la nuestra, de manera que se forma una cadena de certificados.
Los certificados públicos de estas empresas van «de serie» en los navegadores y sistemas operativos por lo que estos se fían de lo que ellas digan, de forma que la identidad queda totalmente confirmada. En este esquema del lateral se ve un poco más claro (mejor pincha para verlo a tamaño completo).
Como comentaba al principio, con la globalización y las posibilidades que nos ofrece Internet, la privacidad de los usuarios está tomando cada vez más importancia y no sólo ya los datos como tarjetas de crédito y datos bancarios. En los últimos años y con todos los problemas de filtraciones, bloqueos de internet por parte de países completos, etc. los grandes de internet se han puesto las pilas, primero de puertas para adentro y posteriormente de cara al público.
Este último punto ha hecho que el uso del SSL haya aumentado mucho en los últimos años, trayendo consigo dos cambios:
El primer punto ayuda tanto al usuario final como a nosotros, como proveedor de soluciones de telecomunicaciones para empresas. Con entidades como Let’s Encrypt ahora es posible obtener un certificado totalmente válido en cualquier navegador de forma gratuita, y lo que es mejor, automatizar todo el proceso de forma que se pueda solicitar y renovar sin intervención manual (os puedo asegurar que tratar con las entidades certificadoras de toda la vida se parece mucho a hacerlo con Burocracia Central y que muchas veces son solicitudes con mucho papeleo).
Por otro lado han salido mil y una vulnerabilidades en las implementaciones de SSL, como por ejemplo OpenSSL. Esto ha generado que, a pesar de todas las veces que he dicho SSL en esta entrada, lo que se usa de forma efectiva y que está configurado en los servidores es el protocolo TLS. No voy a entrar en detalle pero básicamente podríamos resumir TLS y SSL en que es la forma en la que se intercambian las claves públicas y privadas y que el protocolo de SSL tiene fallos que TLS ha mejorado.
Adicionalmente, para ayudar a comprobar la seguridad y ver si realmente está bien instalado un certificado, existen herramientas como el test de Qualys Labs que comprueba vulnerabilidades y encriptación de los sitios donde se puede ver de una forma fácil el nivel de configuración SSL de una web y las posibilidades de mejora del sitio.
En definitiva todo el paso a SSL que se está realizando desde un tiempo hacia esta parte, viene realizado con el usuario final en mente a pesar de los muchos dolores de cabeza que nos está dando tanto a desarrolladores como a administradores de sistema.
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