La programación funcional era, o incluso sigue siendo, una gran desconocida para gran parte del…
No hay día que no aparezca un nuevo artículo sobre cuánto ha crecido Internet, cómo se ha ganado un puesto privilegiado en nuestras vidas y cómo es ya algo intrínseco a nuestra rutina diaria. Pero, ¿qué ocurre al otro lado? ¿Cómo afrontar este reto desde nuestra estrategia empresarial?
El fenómeno comenzó a ser patente en nuestras oficinas con el BYOD o “Bring Your Own Device” (“Trae tu propio dispositivo”, en inglés). Desde hace años vivimos permanentemente conectados a Internet y es habitual que, cada vez más ámbitos de nuestra vida personal y profesional utilicemos más y más aparatos, en ocasiones de forma indistinta para realizar tareas similares. En contra de lo que se podría esperar, en lugar de converger hacia un único dispositivo multipropósito, cada vez utilizamos mayor cantidad de aparatos: ordenador de sobremesa y portátil, tablet, uno o varios smartphones, wearables, etc. Y la lista parece no tener fin: coches conectados, televisiones conectadas, domótica online…
Es decir, en la actualidad tenemos un número de usuarios de Internet mucho más elevado, que utiliza casi de manera simultánea cada vez más dispositivos. Además, la comunidad internauta hace uso de estos dispositivos cada vez durante más tiempo. Como consecuencia, esto supone necesariamente un nuevo reto para nuestros sistemas y, por ende, para nuestra estrategia TI.
Nos encontramos ante el período de mayor democratización tecnológica de la historia en el que la propia tecnología no es capaz de seguir el actual ritmo expansivo. O, al menos, la forma de hacerlo ha cambiado radicalmente: la velocidad de proceso parece haber alcanzado un umbral a partir del cual ya no es operativo o rentable seguir aumentando. Desde aproximadamente 2005 la velocidad de proceso de las CPU crece tímidamente y los esfuerzos de los fabricantes se concentran en líneas de eficiencia más que de fuerza bruta. De este modo, gracias a la reducción del tamaño y el calor generado por los procesadores, se persigue aumentar el número de núcleos, lo que nos abre la puerta al nuevo hito de la computación de nuestra época: la concurrencia.
Quien conozca el sector desde hace algún tiempo, sabrá que el antiguo mantra de adquirir hardware más potente con el paso de los años ya no es válido. Incluso la propia Ley de Moore parece estar llegando al fin de su validez. Así, hemos de lidiar con la escalabilidad de nuestros servicios en todas y cada una de sus capas para ser capaces de tener un desempeño al nivel de las exigencias de los usuarios, cada vez más numerosos. El ejemplo más gráfico lo podemos
A la hora de ofrecer un servicio, ya sea en el ámbito del usuario particular o entre empresas, es más importante que nunca tener presente qué ocurrirá después de triunfar: ¿mi plataforma está adaptada a todo ese tráfico? ¿Podrá escalar? ¿Es tolerante a fallos? Con la madurez actual de los servicios online y sus usuarios han quedado atrás cosas como “Cerrado por mantenimiento”. ¿Te imaginas alguna plataforma como las existentes, con varios cientos de millones de usuarios por todo el mundo, planificando una parada programada? Son cosas del pasado.
La “introspección” de los servicios de cara a este nuevo escenario es tal que llega hasta lugares donde antes apenas había margen de mejora. De hecho, las nuevas tendencias de los servicios online llegan a plantearse la eficiencia del código e, incluso, del propio framework sobre el que se ha desarrollado. Si seguimos deshaciéndonos de creencias obsoletas, ya no es válido el haber desarrollado un servicio sobre un framework muy productivo si, bajo su sencillez, esconde toneladas de instrucciones improductivas, tiempos de respuesta desmesurados, carece de soporte multihilo y no se atiene a los principios de concurrencia, escalabilidad y tolerancia a fallos que hoy rigen Internet.
Hoy en día fallar en estos aspectos supone casi inexorablemente el fracaso de nuestro servicio. En cualquier caso, existen honrosos ejemplos de éxito donde partir de estas premisas no sólo ha supuesto una gran ventaja respecto a la competencia, si no que los costes de equipamiento e incluso de recursos humanos con los que dar vida y mantener estos servicios se ha reducido drásticamente.
Ante tal aumento de usuarios y su madurez, pero también de competencia, los antiguos aspectos críticos de un servicio, como resolver una necesidad de manera eficiente, ofrecer una buena experiencia de usuario, adaptarse a cualquier dispositivo, etc. pasan a darse por supuesto en un segundo plano. Asimismo, en el nuevo Internet de las “muchas” cosas los puntos clave de la estrategia de TI pasan por contar con una base técnica sólida y adaptada, en recursos y también en costes, a los nuevos principios de los servicios online, desde la primera línea de código hasta el último tornillo.
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